martes, 4 de enero de 2011

Entrevista para la revista La Noche noviembre 2010



Noche de perros



El artista visual y taxidermista Antonio Becerro, director del Centro Experimental Perrera Arte, cuenta sus alternativas para el rescate nocturno de Santiago.



-Becerro, cuéntanos tus alternativas A, B y C para el rescate de la noche santiaguina. Partamos por la B, que ha demostrado ser la más exitosa.

-Yo siempre recorro Santiago al revés, porque al derecho está demasiado aburrido. A contramano del flaiterío y las celebraciones futbolísticas o patrióticas, que se han puesto tan de moda en el lugar, sostengo que siempre es bueno darse unas vueltas por Plaza Italia, porque es el cruce metafórico de una ciudad fragmentada. Habitualmente, olfateo la Fuente Alemana y paso por el Centro Arte Alameda, que mantiene viva la cultura en el sector. Luego camino vitrineando, leyendo la calle Alameda abajo.

-¿Alguna rutina en especial?

-Me gusta la idea de ir al cine para empezar a acomodarme a la noche. Zigzaguear por los suburbios de la calle San Diego hasta el paseo Bulnes, tomar una cerveza negra en el bar Rimbaud, en pleno búnker de Pinochet, y luego llegar a ese bastión de resistencia que es el cine Normandie a encontrase con Tarkovski.

-“La infancia de Iván”, “Solaris”.

-La noche ideal está nublada y a punto de llover. La luz es tacita, azul y embriagadora. A eso de las 23 horas, dejarse caer con un amigo en el Berri, frente al Mulato Gil, para charlar de cualquier cosa. Sobre todo de los planes, de los asuntos que están por resolverse y que requieren consecuencia en la acción. Es recomendable partir con un par de copas de sauvignon blanc para tornar más soportable el tedio y la vulgaridad reinante en Chile o, de frentón, hacer un quiebre y romper la plasta de emociones con un Martini seco a la vena en otro bar que no me quiero imaginar. Todo esto en complicidad con el mejor taxista del mundo, quien pone buena música y viaja por las calles como si te llevara por las curvas de una espléndida mujer.

-Las calles se purifican en los desvíos.

-Después de estar casi puesto, siempre es bueno ir a la Perrera Arte a ver una exposición dislocadora. De cuando en cuando, siempre por sorpresa, ocurren cosas interesantes, actuales, ahí. Es una ruina encantadora que cumplió quince años. Un barco de hormigón enclavado en la mitad del Parque de los Reyes. Sobra el aire fresco, es gratis y afrodisíaco para voyeristas exigentes.

-Sí, este año estuve en las últimas grandes muestras colectivas: Acción Sudaca, Lepidópteros, Paté con Téllez, Balmes con Papas Fritas. Se llena.

-A esa altura de la noche, los destinos están dispuestos para disfrutar cada uno lo suyo. Yo tiendo a caminar por los intersticios del Barrio Brasil seduciendo a la mujer que me gusta. Tomar un vino blanco heladito o un tequila en el Charro de Oro es ideal antes de llevarla al departamento o al hotel Miel para darse como caja. Aconsejo tirar antes de cenar.

-Amar.

-Hacer el amor en la madrugada me abre el apetito, así que, como estamos cerca, hay que ir rapidito a los chinos del pasaje Saigón a comer unos camarones ecuatorianos en su salsa. Ese pasaje es de película, los precios están a la mano y se puede conversar sin tener que gritar. Ojo, si los chinos están cerrados, hay que rajar a la Casa Cena, de nuevo en Plaza Italia, para picar y beber un líquido más fuerte. Un vodka tónica, por ejemplo; los rusos saben lo que es bueno. La Casa Cena tiene su historia. Claro, ya no están los chicos malos de la dictadura, ni las chicas malas de la transición, pero ahí continúa el retrato de Maripepa Nieto, esa española exuberante que levantó a medio País.

-Ahí se empieza a acabar la jornada.

-Claro, y como ya no existe el Imsonmio, el boliche que reunía a los perros más sedientos en calle Bellavista, hay que llamar de nuevo a nuestro taxista amigo -el de la música formidable, con manos firmes al volante - y pegarse nomás el pique al Uva de Ñuñork. Alameda, Diagonal Paraguay, Santa Isabel, Irarrázaval, son rutas turísticas confortables sin los tacos de día y mas a un si hay luna llena.

-La ciudad perfecta.

-Se acerca la hora celeste y los perros inconsolables dejan de girar, de modo que, solo o acompañado, es bueno dormir.

Por Tito Muñoz

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